Antes de empezar voy a aclarar, para quienes no entienden el concepto, probablemente personas no colombianas, que cuando hablo de “más contento que un hijueputa”, quiero decir “exageradamente contento”… Así hablamos en este país tropical.
Hace unos días, después de una reunión intensa, Alejandro Villalobos se me acercó mientras caminábamos al ascensor en el piso 4 de la torre de RCN y me preguntó con esa mezcla de picardía y curiosidad que lo caracteriza: “¿Está contento?”. No lo pensé dos veces. Le respondí sin filtro; no sé si se esperaba mi respuesta: “Más contento que un hijueputa”. Y es que pocas veces en la vida uno puede decirlo con tanta certeza, con la tranquilidad de saber que está justo donde quiere estar, haciendo lo que ama y, sobre todo, sintiendo que por fin puede dejar una huella.
Hace un año, mi vida era otra. Había tomado la decisión de dejar la radio, ese mundo que me había dado tanto, pero que también me había mostrado sus límites. No fue una decisión fácil. La impotencia de no poder ayudar de manera efectiva en el desarrollo de nuevos conceptos radiales me empujó a renunciar. Sentía que la radio se estaba quedando atrás, que necesitaba una sacudida, una evolución urgente para no quedar relegada en un mundo que avanza a pasos de gigante. Y yo, desde mi cargo anterior, no tenía las herramientas ni el espacio para impulsar ese cambio.
Así que, con el corazón apretado pero la mente clara, me lancé al vacío. Me dediqué a mi negocio de marketing, convencido de que era el momento de explorar otros caminos, de aprender cosas nuevas y, por qué no, de reinventarme. No fue un año fácil. El vértigo de la independencia, la incertidumbre de cada mes, la presión de ser mi propio jefe… Pero también fue un año de crecimiento. No me faltaron clientes y pude desarrollar habilidades que hoy considero fundamentales: marketing 360, inteligencia artificial, estrategias digitales. Aprendí a mirar la comunicación desde otros ángulos, a entender que el mundo se mueve rápido y que quien no se adapta, simplemente desaparece.
Pero la radio siempre estuvo ahí, en el fondo de mi cabeza, como ese primer amor que uno nunca olvida. Y justo cuando menos lo esperaba, un sábado, hace como tres meses, mientras estaba metido en un trancón, el teléfono sonó. Era Villalobos. La conversación fue surrealista. Hace casi dos décadas, en una entrevista de trabajo, me preguntaron dónde quería estar en unos años. Sin titubear, respondí: “Quiero estar en el cargo de -Blanca Luz-, en la parte estratégica de la radio”. Ese sueño parecía haberse desvanecido con el tiempo, pero ahí estaba yo, escuchando a Villalobos decirme: “Quiero que vuelva a RCN, en un cargo parecido a lo que hizo -Blanca Luz- algún día”. Fue como si el universo me estuviera devolviendo la jugada, como si todo el esfuerzo, la espera y las vueltas de la vida tuvieran finalmente sentido.
Hoy, como Director Nacional de Contenido y Producción de RCN Radio, siento una responsabilidad enorme, pero también una emoción que no se apaga. Porque la radio, esa vieja compañera de tantas generaciones, necesita reinventarse. No basta con seguir haciendo lo mismo de siempre. El público ha cambiado, los hábitos de consumo son otros, la competencia es feroz y viene de todas partes: plataformas de streaming, podcasts, redes sociales, videos cortos, inteligencia artificial… La radio no puede quedarse quieta.
Para mí, la evolución de la radio es cuestión de supervivencia. Hay que avanzar, hay que atreverse a experimentar, a equivocarse y a volver a intentarlo. Hoy más que nunca, la radio debe tener como aliada a la comunicación digital. No se trata solo de transmitir por FM o AM, sino de estar presente en todas las plataformas, de crear contenido que viaje, que conecte, que emocione. La radio tiene que salir a la calle, mezclarse con la gente, organizar activaciones, conciertos, actividades que la vuelvan tangible, cercana, parte de la vida real de las personas.
Mi paso por el marketing me enseñó algo fundamental: hay que entender al consumidor. No basta con hablarle, hay que escucharlo, saber qué le interesa, cómo consume información, qué le emociona, qué le aburre. La radio tiene que hablar el lenguaje de la gente, dejar de mirarse el ombligo y empezar a mirar hacia afuera, hacia un mundo que cambió y que seguirá cambiando. Adaptarse no es una opción, es la única forma de sobrevivir como medio… Llegó la hora de generar emociones de verdad!!!
Sé que el reto es enorme. No se trata solo de cambiar jingles o hacer programas más cortos. Se trata de una transformación profunda, de repensar la radio desde sus cimientos, de entender que la creatividad, la innovación y la cercanía con la audiencia son la clave.
Cambiar da miedo. Pero también da una energía brutal. Hoy siento que estoy ayudando a construir la radio que siempre soñé: una radio valiente, innovadora, que no le teme al cambio, que se arriesga, que entiende que el futuro se construye todos los días.
¿Habrá resistencia?, seguramente si… muchos preferirán quedarse en la zona de confort, pero yo estoy convencido de que vale la pena intentarlo.
A veces me preguntan si no me arrepiento de haber dejado la radio ese año. Y la verdad es que no. Ese tiempo fuera me permitió ver las cosas desde otra perspectiva, valorar lo que la radio significa para mí y, sobre todo, volver con más ganas, con más ideas y con la certeza de que estoy en el lugar correcto, en el momento correcto.
Hoy, cuando camino por los pasillos de RCN Radio, siento que estoy ayudando a construir la radio que siempre soñé: una radio valiente, innovadora, cercana, relevante. Una radio que no le teme al cambio, que se arriesga, que entiende que el futuro se construye todos los días. Y sí, “estoy más contento que un hijueputa”.